febrero 21, 2007

A Salvo

Prefacio
Hace algún tiempo que personas allegadas a mi, están preocupadas por mi asexualidad (si es que esa palabra existe).
Por tranquilizar a mi gente (y por una necesidad fisiológica que me inventé) acepté salir con un joven, muy bonito y algo interesante. Lo conocía poco, de algunas reuniones de amigos en común.
En privado me impresionó un chico agradable. En la intimidad resultó ser un hombre encantador. (Aún así, hay ciertas cuestiones que me alejan de esta persona. No las mencionaré, pero aunque suene contradictorio, eso también contribuyó a que los encuentros siguieran.) Todas estas fueron las razones por las que acepté las tres o cuatro invitaciones que me hizo. Acepté las citas siempre a regañadientes. Alguna vez, estando allí, con él, no me arrepentí de haber asistido al encuentro. Alguna vez sí o me quise ir rápido.
Así transité por esto, hasta ayer, que pasó lo que quiero contar, lo que habla de la seguridad y de sentirse a salvo.


A Salvo

Manejaba un auto prestado a las 3 AM. por la Av. Córdoba a 80 km por hora. Volvía de un encuentro con P. que había consistido en tomar una cerveza.
En el bar, después de la cerveza, nos besamos y algo raro pasó: Por primera vez, los besos tuvieron gusto a algo para mi, y yo, me perdí. Llamémoslo, en lugar de pérdida, “extrañamiento”. Sensación de extrañamiento. Estuve, por el momento que duró ese beso, fuera del espacio y del tiempo, o por lo menos, no me acordé de ellos y me concentré en saborear esos labios que me resultaron riquísimos (no queda claro si son los míos o los de él)
Así, extrañada, perdida, volvía yo en el auto, por Av Cordoba, manejando rápido a casa. En medio de la congoja que me producía esto, pensé: Yo soy Carmela. Mañana tengo trabajo que hacer; al mediodía tengo que ir a esa reunión con Marta; no tengo que olvidar inscribirme en el conservatorio a las 14 hs; tengo que estudiar y terminar los escritos para presentarle a Silvia, etc, etc. De repente, el pecho empezó a descomprimirse, nada parecido a la angustia me invadía. Que placentero. Me sentía a salvo. La seguridad la obtuve cuando me acordé de mi. Yo me salvé, pensaba. Y hasta me sentía orgullosa de eso.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Menos mal que tenés una vida activa no??
Y eso que todavía no empezaste la facultad...
Aah...te anotaste en un conservatorio??...

Contenta de que hayas salido con P, se despide

Princess Consuela Bananahamack

Ela dijo...

My dear Princess: un día activo, no es una vida activa, definitivamente.
Sí, en un conservatorio de daaaaaaaannnnnnzaaaaaaaaaaaaa.

Quiero decir que volví a leer esto hoy y tiene un equívoco impresionante en la parte del beso, del espacio y del tiempo.

Me encanta verte aca, my lovely Princess. Menos mal que volviste.

Álvarez Gómez dijo...

Ela, imagino su juventud y me intrigan sus labios. Me animo a decir que envidio su juventud.
También admiro que se anime a relatar su propia vida sin barreras.

Un gusto pasear por este espacio.

PD: nunca estamos en el tiempo y el espacio. ese el el verso más grande del racionalismo. estamos donde estamos; es lo que hay.

Saludos,
AG

Ela dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Ela dijo...

Lo admira?
Yo justamente pensaba en que había incurrido en un error gravísimo. Pero después pensé, quién sabe algo? Existe un velo aquí que me protege mientras esto dure.
Y quienes saben quién soy en realidad (si no somos racionalistas)? Ni yo lo se... igual un poquito me arrepentí.

Gracias por la observación, Don Alvarez, y gracias por venir. Siempre lo espero.

Zizek dijo...

Gustoso de lo que escribiste en este momento estoy yo.

Lindo relato.

Sobre los labios: son los de Ela (intuición)
SZ

Ela dijo...

Buen punto, Zizek, claro, son mis labios. Me hizo reir.

Gracias por estar aca.