febrero 15, 2007

Por Julio

De mi corazón decrépito nace esta pluma que por tu andante soledad se desvela.
Tus palabras se estrellan contra este mar tan mío de corrientes voluptuosas y magistrales. Porque tus palabras no pueden con mis agallas.
Que para respirar y para orar, aunque para orar nunca sea la hora.
Porque, de qué sirve rezar si ni tres mil fieles juntos, diciendo la más fuerte de las plegarias, pueden hacer pasar este tiempo.
El desencuentro acecha solo esta alma, porque las demás no tienen ganas de perderse.
Y se que si por esas calles, bajo ese sol que decías, yo vago perdida otra vez, encontrarme solo sería encontrarte y así nuestras esquinas de siempre y de única vez, volverían a ser testigos de una luz resplandeciente. Y no tendrías miedo de enceguecer, esa luz te cubriría el cuerpo y el alma. Y en cada calle dejaríamos más luces como luciérnagas. Vos decías que si las mirás de cerca se ríen, contentas de estar desorientadas, contentas de brillar tanto.


Septiembre 2005

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