febrero 27, 2007

Variantes (II) *

Era una tarde de verano pero hacia mucho frío, lo cual podría haber leído como una señal de que ese iba a ser un día raro, pero no lo hice. Atribuí la humedad y el frío del ambiente a la proximidad al mar y al viento fuerte. Se hacía insoportable permanecer en la intemperie, así que mi amigo y yo nos resguardamos en su casa de la playa. Fue en ese momento que experimenté el nerviosismo que me invade cuando no puedo ponerle nombre a lo que siento. (Ahora creo que también a ese nerviosismo lo tendría que haber tomado como una advertencia).
La soledad mezclada con la lluvia, los malos programas de TV y la inercia, suelen ser una combinación perfecta para ponerse a hacer “cosas” que no vienen al caso (porque no se corresponden con el caso del Presente. No sirve que se trate del caso de hace un año o de ayer, y menos sirve que se trate del caso de una idealización) Esas cosas que no vienen al caso son: sacarse la ropa, apagar luz (en este orden) y proceder a tener relaciones sexuales con un hombre que pusimos en el lugar de “ideal” y que está enamorado de otra mujer.
Lo que sucedió, fue algo que no puede entrar en ninguna clasificación ordinaria, como la de Hacer el amor o Tener sexo. Tendríamos que escribir una tercera categoría para actos que son de unión y de goce, pero se vuelven trágicos por resultar reveladores de una verdad que podía permanecer velada, si dicho encuentro no se producía. (Mantener algo velado con una ilusión. A veces Lo Imaginario puede ser infinitamente mas placentero que cuarenta minutos del mejor “sexo” -para una mujer)
Esta tercera forma de encuentro sexual es placentera, pero al mismo tiempo, en ella se experimenta una sensación espantosa. (Espanto: terror, asombro, consternación).
En cuanto a mi vivencia, puedo decir que lo que sucedió fue que me vi reflejada en este hombre y la imagen que me devolvía, era horrible (Horrible: que causa horror. feo. Muy malo, pésimo). Y ahora trato en vano de que estas palabras tengan el peso del dolor que sentí en ese momento, cuando significantes como sapo, espanto, oscuro, fealdad venían a mi mente.
No encontré en esa oportunidad, ni encuentro ahora, otras palabras para describir mis impresiones. El extrañamiento. El asco de mi. Lo siniestro. Vi en mi cuerpo formas aberrantes y mi pavor no fue solo debido a la atrocidad de esas formas, sino también a que nunca antes las había visto.
El otro, al manejar la luz, nos indica donde debemos mirar, decide qué y cómo lo veremos. Lo hace con sus ojos. Ilumina innombrables. Pero lejos de quedarme en silencio, escribo.
*Variantes, Alvarez Gomez. Ver www.alvarezgomez.blogspot.com

febrero 25, 2007

Carta de Ema a Julio*

*Que Ema nunca envió porque le pareció muy cursi
Buenos Aires, Agosto 16, 2006
Debe estar con una mujer (no otra, una) porque ya es casi medianoche y no está en su casa. No me malinterprete, no me provoca celos. No es eso. Lo que sucede es que esta ansiedad porque llegue nuestro momento, ya se está convirtiendo en sufrimiento y eso, claro, no es fácilmente soportable.

Envidio esa forma que tiene de enfrentar al mundo como si fuera suyo. Ese despojo, ese andar sin ataduras a nada ni a nadie, ese hacer lo que le viene en gana, a la hora que sea y con quien quiera. No es que yo no pueda eso, o no deba. Lo malo, es que no quiero. Después de sentir que unos labios calaban tan armónicos en los mios, después de sentir la boca llena y dulce y tibia, como la sentí cuando usted me besó, no consigo que siquiera por un instante, me asalten ganas de buscar tal perfección en otros labios. Supongo que esto es, sobre todo, porque tal exquisitez, la considero imposible de hallar dos veces. Y como si fuera poco, usted es la única persona con quien puedo caminar de la mano sin desaparecer. El único hombre que no me sume en su otredad. Me deja ser.
Usted quiere que sea yo, así como soy, sin mucha altura pero grande, sin lagrimas pero sensible, quisquillosa y susceptible. Suave pero ardiente, y amando despacio y fuerte. Tranquila y ansiosa. Usted me quiere sin plataformas, sin tacos, con anteojos y con estos años. Usted me quiere por pura y puta, por noble pero mentirosa y por maliciosamente contradictoria. Me quiere a pesar de las mañanas ñañosas y de noches pre examen. Me quiere porque también hay vino y cena de dos, porque hay risa, música y peleas (de esas con reconciliación carnal). Me quiere por mi cuerpo no perfecto, por mi espalda no de angel, por mi piel no de raso.

Pero ya paso de la medianoche y usted no está en su casa. Y su boca está en otra boca y su sexo en otro sexo. Qué le puedo reprochar. Si lo que amo es su desenfado, su lujuría y su osadía. Sin eso usted no sería usted y yo no sentiría así y lo nuestro, no sería todo.

No se moleste en explicarme devuelta eso de que hay cosas que para usted son imposibles y que yo soy igual y que entonces para qué. No se moleste porque yo no se si soy tan igual. Y porque empiezo a entender que tal vez todo se trate de dejar de correr atrás de, y esperar a ser alcanzada. No por usted, claro, porque usted no me correría. Digo, por el amor, que en una de esas Dios no repartió tan mal, como supongo. Y si Dios no existe, pues entonces, seamos responsables. Pongámonos la piel de afortunados por este azar que nos coincidió, creamos que se puede, busquemos el sitio imperfecto, la hora imprecisa, la mesita redonda de ese bar en San Telmo, ese hotel con camas sin frazadas. Llenémonos de museos, de cines y de ferias. Nos queda tan linda Buenos Aires al atardecer…

Pero aúnque empiece a entender, cuando mañana nos encontremos y caminemos por el Barrio Sur hasta nuestra esquina de San Telmo, una vez más voy a sentir que soy. Que yo soy y que usted es. Que dos no es uno y lo bueno que es que así sea. Vamos a llegar a ese bar, la mesita redonda será nuestra, como siempre y tus labios de café dulce serán mios, como a veces.
Entonces mi boca se completa, se colma, no descansa.

febrero 24, 2007

Diferencias (I)

Es diferente “hacer el amor” que “tener sexo” con alguien. La principal diferencia entre estas dos formas de vincularse sexualmente, radica en la cantidad y calidad de los besos que se dan los amantes durante el acto. Cuando se hace el amor, los besos son más y son cálidos, intensos, y con gusto a mucho. (Tal vez no podamos dejar de besar a nuestro compañero/a ni por un segundo). En cambio, cuando tenemos sexo, los besos son breves, espaciados, fríos y con gusto a nada o a lechuga sin condimentar.
Otra de las diferencias entre tener sexo y hacer el amor, es la forma en que los amantes se abrazan. Cuando se tiene sexo, los abrazos pueden llegar a estar ausentes. Cuando se hace el amor, los abrazos son urgentes y fuertes e indispensables.
Otro punto son las palabras. Cuando alguienes hacen el amor, pueden decirse “mi amor” o “te amo” o “te quiero”. Cuando alguienes tienen sexo, esas cosas no se dicen, porque no se sienten en ese momento.
Cuando se hace el amor, hay miradas que ven mas que un cuerpo desnudo y no perfecto (o perfecto). Cuando se tiene sexo, se miran y examinan los tamaños, las formas, la celulitis y el reloj.
Después que se hace el amor, hay una combinación de abrazos con besos con charlas o discusiones y dormir juntos o volver a empezar. Después de tener sexo puede haber lo mismo, pero sin ganas.
Al contrario de lo que generalmente se cree; los enamorados no solo hacen el amor, sino que algunas veces, tienen sexo; Y los amantes ocasionales no solo tienen sexo, a veces, hacen el amor.

febrero 22, 2007

Tiempo y Espacio

Hace unos días revisé mis cuadernos de la adolescencia (en realidad son carpetas Nº 3 algunos años, otros años son cuadernos y otros años son agendas). Me dí cuenta que hay un tema recurrente tanto en las ficciones que escribí, como en las reflexiones (también noté que aproximadamente a los 14 años, escribía esas reflexiones como descubrimientos de una verdad absoluta que yo le develaba al mundo) ese tema recurrente, decía, es: el tiempo y el espacio.
Sí, un solo tema, no dos.
No solo los temas ando repitiendo (como si no existiera el tiempo y el espacio - ¿?) . También algunas situaciones, algunos errores, algunas (muchas) palabras. Los gustos siguen siendo los mismos en general: en la adolescencia guardaba dibujos que recortaba de revistas y de diarios, fotos, canciones, poesías, hacía críticas de películas y de libros, y listas de lo que me faltaba leer. Hoy, todas esas cosas son nombres de archivos en mi computadora o los temas de las páginas web que visito.
Y sí, yo me agarré siempre del verso mas grande del racionalismo con todas mis fuerzas. Como el miércoles a la madrugada o como ahora cuando aludo a otro alguien (alguien de alas muy grandes tal vez). Porque hay cosas que mi mediocridad necesita para sobrevivir (mi mediocridad y yo) y porque no me animo a ser aluda ( de alas grandes). Pero quién sabe, en un tiempo, tal vez , o en otro lugar. Ahora tengo que pensar en mañana, en mi agenda de viernes, en lo que tengo que hacer. Inevitable.

(Esto es increíble. Acabo de abrir la página del diario El Mundo de España y antes de aparecer la edición de hoy (no, sería de ayer) la pantalla se pone en blanco y saltá un cartelito que dice: “Minuto que pasó, se perdió” o algo así)

A propósito de estar "a salvo"

¿Cuándo Paula se vuelve imprescindible para Tulio* (y viceversa)? No puedo creer que el amor es apego, como dicen los médicos. Algo así como que nace la necesidad o las ganas de estar con alguien, por estar con esa persona. Encontrarse para encontrarse y entonces, amar para amar para amar para amar.

Probemos el siguiente ejercicio: Que Paula se reuna con Tulio una vez, después otra vez y otra vez y otra vez. De a poco, y hasta sin tomar conciencia de lo que se genera en el aire (o en la piel) Paula y Tulio se empiezan a querer. ¿No? No lo se.

Así, tal vez no haya un momento mágico de "encuentro", o un despertar interno, ese por el que en el instante mismo de espabilarnos, podríamos ver que el otro es "tan lindo".
Se trataría mas bien, de un auto-embauque paulatino (porque lo hace Paula y porque es de a poco), de una suerte de compulsión a vestir a Tulio con el trajecito de galan del momento y por supuesto, de ponerse Paulita, en el lugar de partenaire adorada (por el galan).
Empiezo a creer, que por como inflamos e inventamos galanes a partir de un "hombre común", nosotras, encantadoras y encantables Paulas, tenemos alma de productores de telenovelas.

Pero, ¿por cuánto tiempo suele estar en el lugar de "galan" un actor? ¿Qué es lo que lo saca de ese rol?. ¿Por qué es casi automático para Paulas, ponerse en el lugar de partenaire, con todo lo que esto conlleva?
Uno, señores, se pierde en esos papeles. Es necesario salir del set, desarmar la escenografía y dejar de ser el personaje (o por lo menos saber que estamos jugando)
*Para conocer más sobre Paula y Tulio, ver Tremendo Diario de Buenos Aires, Alvarez Gomez, blog, 2007

febrero 21, 2007

A Salvo

Prefacio
Hace algún tiempo que personas allegadas a mi, están preocupadas por mi asexualidad (si es que esa palabra existe).
Por tranquilizar a mi gente (y por una necesidad fisiológica que me inventé) acepté salir con un joven, muy bonito y algo interesante. Lo conocía poco, de algunas reuniones de amigos en común.
En privado me impresionó un chico agradable. En la intimidad resultó ser un hombre encantador. (Aún así, hay ciertas cuestiones que me alejan de esta persona. No las mencionaré, pero aunque suene contradictorio, eso también contribuyó a que los encuentros siguieran.) Todas estas fueron las razones por las que acepté las tres o cuatro invitaciones que me hizo. Acepté las citas siempre a regañadientes. Alguna vez, estando allí, con él, no me arrepentí de haber asistido al encuentro. Alguna vez sí o me quise ir rápido.
Así transité por esto, hasta ayer, que pasó lo que quiero contar, lo que habla de la seguridad y de sentirse a salvo.


A Salvo

Manejaba un auto prestado a las 3 AM. por la Av. Córdoba a 80 km por hora. Volvía de un encuentro con P. que había consistido en tomar una cerveza.
En el bar, después de la cerveza, nos besamos y algo raro pasó: Por primera vez, los besos tuvieron gusto a algo para mi, y yo, me perdí. Llamémoslo, en lugar de pérdida, “extrañamiento”. Sensación de extrañamiento. Estuve, por el momento que duró ese beso, fuera del espacio y del tiempo, o por lo menos, no me acordé de ellos y me concentré en saborear esos labios que me resultaron riquísimos (no queda claro si son los míos o los de él)
Así, extrañada, perdida, volvía yo en el auto, por Av Cordoba, manejando rápido a casa. En medio de la congoja que me producía esto, pensé: Yo soy Carmela. Mañana tengo trabajo que hacer; al mediodía tengo que ir a esa reunión con Marta; no tengo que olvidar inscribirme en el conservatorio a las 14 hs; tengo que estudiar y terminar los escritos para presentarle a Silvia, etc, etc. De repente, el pecho empezó a descomprimirse, nada parecido a la angustia me invadía. Que placentero. Me sentía a salvo. La seguridad la obtuve cuando me acordé de mi. Yo me salvé, pensaba. Y hasta me sentía orgullosa de eso.

febrero 19, 2007

Ema (I)

Era una noche calurosa de primavera. Ema salió de su casa a comprar cigarrillos. Caminó despacio las tres cuadras hasta la avenida, quería hacer eterno ese paseo por el barrio, (aunque la rabia que sentía no se disipaba con esa caminata).

Compró en el kiosco de la esquina de Armenia como siempre. Se detuvo a contar el vuelto y se le cayeron las monedas. Pensó que nada le salía bien ese día. Se sentó en la entrada de un negocio ya cerrado. La gente paseaba contenta, unos chicos se juntaban en la esquina a tomar una cerveza, una nenita que pasó a su lado le hizo una sonrisa que Ema le devolvió por cortesía o por obligación (después pensó que la cortesía tiene mucho de obligación). Y en la vereda de enfrente se abrió una puerta. En todos los años que vivió en el barrio, nunca se percató que allí había un edificio de departamentos. Vió salir a un muchachito flaco que sostenía un cigarro en la boca y empujaba una bicicleta negra y antigua. De repente sintió el pecho abierto y un aire inmenso que la llenaba. Era una sensación conocida. Una alegría que la transportaba por fracciones de segundo a un sitio perfecto. Lo que presenció, fue una escena que no era de ese tiempo, ni de ese lugar pero le resultaba amorosamente familiar.

febrero 17, 2007

Alejandra (II)

Durante el tiempo de Compulsión-al-Encuentro que vivimos Alejandra y yo, se fueron forjando distintos rituales que seguimos como ceremonias sagradas.
Los jueves, por ejemplo, comprábamos batatas fritas y milanesas de muzzarela en una rotiseria de la vuelta de mi casa. (Siempre nos jactamos de elegir comidas que para los comensales comunes son guarniciones, como si eso diera alguna prueba de nuestra viveza o de alguna originalidad). Pasábamos por el almacen de Don Franco a comprar una cerveza negra que él siempre nos tenía reservada. Cenábamos en casa y después salíamos a dar una vuelta. El camino era siempre el mismo: de mi casa tomábamos la Av. Coronel Díaz hasta el Boulevard Charcas y de ahí hasta la iglesia de Guadalupe. Nos sentábamos en la plaza a comer un chupetín o algún chocolatito que Ale compraba en el camino.
Me acuerdo de la cara de Ale en la penumbra de la plaza, los chicos jugando atrás, ellos fuera de foco. Yo la miraba a ella y todo lo demás era ruido. Se iba a ir. Y el perfil de Ale tan fino. Tenía una nariz chiquita y los labios gruesos. Siempre tenía cosas sorprendentes para contarme. Era tan joven ¿cómo podía tener esas historias y contarlas de esa manera? Dicen que los hijos del medio son los mas fuertes y maduros. Sería por eso.

La Falta

Lo que es no poder querer…
Si hasta aquel dinamarqués estaba preocupado.
No poder querer una manzana, un durazno,
No poder querer a Clara.
Yo puedo querer libros para leerlos y para mirarlos; para perderme en las anotaciones que voy dejando en los costaditos; para sentirme orgullosa o sacarles el polvo y hasta para avergonzarme de alguno.
Yo puedo querer salir, comer, caminar, bailar. Yo puedo querer un nombre, o un hombre o un innombrable. Yo puedo querer amar, yo puedo querer algo o alguien. Yo soy (estoy tratando de auto convencerme)

Noviembre 2005

Alejandra (I)

Alejandra se fue a vivir a España el 12 de Febrero de 1997. Había tomado la decisión de estudiar Historia del Arte en Europa en el 95, año que ella había vivido en Francia, en la región de Bretania.
Cuando dos personas que se quieren saben que una de las dos está pronta a partir y que no se verán por mucho tiempo, ambas empiezan a vivir una especie de Compulsión a encontrarse. Se empiezan a ver mucho mas de lo habitual. Esa exquisita compulsión vivimos Alejandra y yo los meses anteriores a Febrero del 97.
Creo que tener conciencia de que no la vería en mucho tiempo me hacía quererla todavía mas, mirarla mejor. Yo experimentaba un placer inmenso en los momentos que viviamos durante esa época. Todas las sensaciones eran mas intensas, mas fuertes. Supongo que mas que por nuestro cariño y nuestra amistad, ese placer se sostenía en el conocimiento de que esos momentos se iban a terminar pronto. (Creo que puede llegar a ser por sumar placer, que a veces nos inventamos la inminente pérdida de la persona que tenemos al lado, como encontrar un placer en el miedo que eso nos provoca o en la desazón).
Alguna que otra vez Alejandra dudó con respecto a irse, pero yo estaba segura de su partida. Estaba segura desde el momento mismo de mi convicción, de mi fe en perderla.
Lo que nunca imaginé fue la forma tan extraña, en la que tiempo después, volví a ver a Alejandra.

febrero 15, 2007

Por Julio

De mi corazón decrépito nace esta pluma que por tu andante soledad se desvela.
Tus palabras se estrellan contra este mar tan mío de corrientes voluptuosas y magistrales. Porque tus palabras no pueden con mis agallas.
Que para respirar y para orar, aunque para orar nunca sea la hora.
Porque, de qué sirve rezar si ni tres mil fieles juntos, diciendo la más fuerte de las plegarias, pueden hacer pasar este tiempo.
El desencuentro acecha solo esta alma, porque las demás no tienen ganas de perderse.
Y se que si por esas calles, bajo ese sol que decías, yo vago perdida otra vez, encontrarme solo sería encontrarte y así nuestras esquinas de siempre y de única vez, volverían a ser testigos de una luz resplandeciente. Y no tendrías miedo de enceguecer, esa luz te cubriría el cuerpo y el alma. Y en cada calle dejaríamos más luces como luciérnagas. Vos decías que si las mirás de cerca se ríen, contentas de estar desorientadas, contentas de brillar tanto.


Septiembre 2005

febrero 14, 2007

Anacrónico ?

El vacío interior puede generar un abismo. La idea de un salto mortal se dibuja en el aire.
Borras el tiempo arrancando algunas flores de un jardín ajeno. Obsequiándolas con una frase cursi. Acompañando a la parada del colectivo. Saludando con un beso en la mejilla, siempre. Escuchando un tango. Hablando de “ideales”. Siendo peronista.
Perseverando en una lucha –tan tuya, en la que solo se gana la batalla del orgullo, en la que el Amor Propio se salva solo de a ratos
Dos mates fríos y unas Melbas. Irse al Sur y La Fotografía. Un cuadro que pintaste con un frase escondida: “Las muertes me fecundan”.
Un año en letras. Cuatro años rodeado de locos.
Ahora unos pétalos se caen de aquellas flores. Me ves más allá de mis ojos. Yo ni siquiera puedo mirarte. Me decís que yo no pedí permiso para darte algo. Yo ni siquiera creía en un apertura posible. Me decís –citando a alguien sin Dios- que ante un abismo se puede dar un paso al vacío o a la libertad, que vos queres dar ese paso a la libertad conmigo. Y yo… yo digo tantas veces Yo.

febrero 13, 2007

Anhelo

¿Ese día eras alguien que no tenía un lugar porque lo había perdido con esa mujer?
¿O eras alguien que nunca lo tuvo?
Otras veces estuve yo ahí, en ninguna parte.
Hoy toda yo soy yo, no otra.

Ojalá te encuentres.
Ojalá no seas vos, este. Si sos este, ojalá no seas Él.
Que no haya Él.
Que te encuentres. Que yo no quiera estar ahí entonces… para mirarte.

Que te amigues con el silencio, que es la diferencia; con el dolor, que invoca; con el dolor que invoca diferencias-silencios.
Que entonces no hables. Ojalá que no hables y tu mirada diga. Para reconocer que no eras vos el que antes miraba. El que no me veía.
No me ves.
Y si sos este, que no seas Él.
Que un día no sea solo mi voz.

Antes y después

Estuve mucho tiempo enredada en falsas teorías para encontrar alguna respuesta. Pensaba que vos las tenías ahí, al alcance de tu mano, en tu boca. Que lo único que tenías que hacer era hablar, hablar de una vez. Aborrecía tu silencio.
Tal vez tardé mucho tiempo en comprender que si te amaba de esta forma, tenía que destruirte.
Corrí tantas veces a tu alrededor. Estuve siempre a punto de lanzarme a tu abismo con fuego ardiendo de guerras y de exilios, de conventos y de fugas, de Rojos y falangistas y sangre noble y ceguera. No me importaba quemarme en tu felicidad inmensa, llena de iglesias y de flores.
Pero un día, de alguna forma que desconozco, descubro un deseo mío. Por ser mío no existen fórmulas ni modelos ni destino ni brújula.
Y entonces construir sobre estos cimientos mi casa de otra cosa. Empezar desde el principio con lo que vos me diste y con lo que yo conseguí.
Confeccionar el vestidito para estrenar cuando me vaya de vos. Y pararme al borde de tu abismo, y en ese instante, entender que en lugar de tirarme puedo cruzarlo, que solo si doy un paso hacía adelante aparece un puente, y con cada paso un poco más de suelo. Se forma un camino firme y seguro.
Tengo en toda la piel mis creencias, esa piel que cuido y atesoro.
(Esa piel me protege, pero se que hay que estar dispuesto a arrancársela aunque sangre, y elegir una nueva, cada vez.)